¡Es hora de terminar
con el teatro de la innovación!
Y esto es lo que hace falta…
Por Francisco Palao
Todas las organizaciones necesitan transformarse y para ello deben innovar, hacer cosas nuevas, cosas que no hacían antes para adaptarse al entorno cambiante. Sin embargo, a pesar de que hoy en día los esfuerzos que realizan las compañías por innovar son mayores que nunca, difícilmente se logran obtener resultados reales.
Asistimos de manera continua al teatro de la innovación: eventos inspiracionales, workshops y procesos de ideación, e incluso equipos con muchísimo talento trabajando en nuevos proyectos; y, al final, la gran mayoría de las iniciativas no logran conseguir impacto real.
El teatro de la innovación son todas aquellas acciones de inspiración, de ideación y de desarrollo de nuevas iniciativas corporativas que no cuentan con el apoyo interno necesario para obtener resultados reales.
Todos hemos visto prometedoras iniciativas innovadoras que tratan de ser llevadas a cabo por personas muy preparadas e incluso con la mentalidad adecuada, pero que terminan chocando con paredes y techos de cristal que no les permiten desarrollar el proyecto adecuadamente.
La peor parte es que al final no solamente perdemos el tiempo y los recursos invertidos, sino que perdemos la ilusión y la motivación de los equipos con mayor talento para poner este tipo de iniciativas en marcha. Además, a veces, también perdemos a las personas que terminan buscando otros caminos profesionales en los que desarrollar su potencial.
El teatro de la innovación tiene asociados algunos elementos positivos. Todos leemos libros o vemos películas con historias que no terminan haciéndose realidad, pero que nos entretienen y que nos inspiran. En este sentido, el teatro de la innovación puede ayudarnos a generar energía en la empresa, a inspirar a sus equipos para pensar en grande.
El problema real llega cuando nos quedamos estancados, sin ser capaces de convertir la inspiración de un workshop en próximos pasos; o los conocimientos que leemos en un libro en acciones reales; o las nuevas iniciativas que ponemos en marcha en resultados tangibles. En definitiva, el principal problema es que muchas compañías no son capaces de transformar la innovación en valor real para el negocio. Y lo que finalmente se genera es frustración en las personas, al observar el abismo entre las expectativas generadas y la realidad alcanzada.
Hoy en día por todos es conocido que para innovar adecuadamente es importante poner al cliente en el centro, seguir (o crear) las tendencias de mercado, aprovechar las últimas tecnologías, hacer las cosas teniendo en cuenta las buenas prácticas que nos pueden facilitar las distintas metodologías de innovación y, sobre todo, operar con la mentalidad adecuada. Sin embargo, estos elementos no aseguran que la innovación se traduzca en resultados reales.
¿Qué es necesario para ir más allá del teatro de la innovación y conquistar el mundo real? ¿Qué elemento nos falta? Todos lo habíamos visto, pero nadie lo había mirado, tenemos a un elefante en la habitación y no nos hemos ocupado hasta ahora de ponerle nombre ni de gestionarlo.
El hábitat resuelve
el teatro de la innovación
La clave para terminar con el teatro de la innovación es el hábitat, el entorno y los elementos externos que una nueva iniciativa innovadora necesita para desarrollarse adecuadamente en un contexto corporativo.
Adelanto que el hábitat no es algo que puedan generar los equipos encargados de llevar a cabo las iniciativas innovadoras, sino que es algo que solo lo pueden crear los líderes de la organización. Pero antes de hablar del hábitat con más detalle, me gustaría contar brevemente una historia que nos ayudará a entenderlo mejor.
En un artículo de 1972 publicado en la revista Popular Electronics apareció por primera vez el término «ordenador personal”. Fue para anunciar el primero de estos dispositivos, el Altair8800, que sorprendió incluso a sus creadores cuando generó miles de encargos en su primer mes de venta. De hecho, el lanzamiento del Altair generó una nueva industria, la del ordenador doméstico, a la que pronto se sumaron nuevos players. IBM hizo varios intentos para crear un nuevo producto, pero debido a sus complejos procedimientos burocráticos y a sus lentos y costosos procesos de producción no lograba conseguirlo. Un analista de mercado llegó a decir, refiriéndose a estas dificultades, que “lograr que IBM lance al mercado un ordenador personal es tan difícil como conseguir que un elefante baile claqué”.
En 1980, el presidente de IBM, John Opel, consciente de la dificultad que estaban teniendo para innovar, decidió hacer algo diferente. Creó una iniciativa denominada Project Chess a la que asignó 12 personas con permisos especiales para saltarse los protocolos y restricciones que IBM se había autoimpuesto. El equipo, liderado por Don Estridge, se instaló en unas oficinas al sur de Estados Unidos, más concretamente en Boca Ratón (Florida), totalmente apartado de la sede central de la compañía, que estaba al norte. Operó con total autonomía, hasta el punto de que hicieron algo que iba totalmente en contra de las políticas internas de IBM, como utilizar componentes de otros fabricantes. El resultado fue el IBM PC, presentado el 12 de agosto de 1981, que se convirtió en un éxito de ventas, hasta el punto de que la revista Time dedicó su portada al éxito de IBM en 1983. El elefante consiguió bailar claqué.
En definitiva, IBM hizo el mayor de sus esfuerzos durante seis años para tratar de innovar lanzar al mercado un nuevo producto, el ordenador personal. Pero no lo consiguieron hasta que crearon el hábitat adecuado para que esta iniciativa innovadora pudiese desarrollarse adecuadamente. El hábitat fue la clave para terminar con el teatro de la innovación.
Del mismo modo que en 2005 Steve Blank nos hizo entender que, para llevar a éxito una startup, era fundamental desarrollar el cliente antes de desarrollar el producto; hoy es indispensable saber que, en un entorno corporativo, para llevar a éxito una iniciativa innovadora primero será fundamental crear el hábitat que le permita desarrollarse.
Entendiendo qué es (y qué no) el hábitat corporativo
Entendiendo qué es (y qué no)
el hábitat corporativo
De algún modo, podemos ver las iniciativas innovadoras como una semilla que requiere plantarse en el lugar correcto, con los elementos – luz, humedad, temperatura, etc. – adecuados para ella. Por muy buena que sea nuestra idea, incluso aun teniendo los recursos adecuados y el mejor equipo posible, las iniciativas solo tendrán éxito si cuentan con el hábitat correcto.
Sin embargo, plantar una nueva semilla – una iniciativa innovadora – en una organización establecida es como tratar de conseguir que eche raíces y florezca en medio de la selva; una misión casi imposible debido a múltiples motivos. Entre otros, los retos a los que se enfrentan las iniciativas innovadoras en un entorno corporativo, es decir, nuestras semillas al ser plantadas en la jungla son los siguientes:
Desalineación de intereses: Nuestra semilla podría ser engullida por cualquier tipo de habitante de la selva, ya que en la organización habrá personas y áreas que (puede que, sin ninguna maldad, simplemente siguiendo sus objetivos) tomen nuestra iniciativa y la paren o la conviertan en algo alejado de la visión original.
Lucha por los recursos: Nuestra semilla podría no contar con la luz necesaria, ya que hay muchas otras actividades del día a día que le harán sombra, acaparando la energía, el tiempo y el foco de la organización.
Urgente VS Importante: Nuestra semilla tampoco encontrará fácilmente un lugar para germinar, ya que hay muchas otras prioridades y tareas diarias que hay que realizar “para ayer” que posiblemente pongan en último lugar de la lista la iniciativa.
Ejecución VS Exploración: Nuestra semilla podría requerir, especialmente al inicio, nutrientes que no son habituales encontrar en la jungla corporativa. Las organizaciones establecidas están diseñadas para ejecutar un plan y no para explorar nuevas oportunidades, por lo que tendrá dificultades para desarrollarse durante sus primeras etapas en las que no existen planificaciones seguras, sino mucha incertidumbre por despejar e hipótesis por evaluar.
En definitiva, el sistema inmunitario de las organizaciones siempre ataca la innovación y es por ello por lo que es necesario darle a cada iniciativa el espacio y la protección adecuada para evitar que esto ocurra.
Siguiendo con el símil de la semilla, necesitamos dotar a cada iniciativa de una maceta que le permita echar raíces, crecer y desarrollarse hasta estar preparada para ser trasplantada al lugar que le corresponda dentro de la jungla corporativa.
En este post no pretendo describir en detalle todos los elementos que componen el hábitat ni cómo crearlo (esto lo haré en el siguiente artículo), pero sí voy a dar mencionar algunas de las características del hábitat que nos servirán para entender qué es (y qué no):
Aporta los factores externos a la iniciativa: El hábitat debe de aportar los nutrientes necesarios a los distintos elementos clave de una iniciativa (visión, personas, clientes, procesos, producto, métricas, etc.). Es decir, el hábitat incluye los factores externos a las iniciativas con los que la rodeamos para desarrollarla adecuadamente. Por ejemplo, en lo relativo a la visión de la iniciativa, ¿contamos con el apoyo de un espónsor interno que impulse el proyecto? En lo relativo a las personas, ¿estamos dotando al equipo con el tiempo necesario que le permita centrarse en la iniciativa? ¿estamos definiendo el sistema de incentivos adecuado para las personas desarrollando e impulsando la iniciativa? Y por terminar con un ejemplo en relación con los procesos, ¿estamos dotando a la iniciativa con la agilidad que realmente necesita a la hora de tomar decisiones clave o de desarrollar su producto? ¿Está ‘obligada’ la iniciativa a desarrollar su producto utilizando los departamentos existentes en la organización (que posiblemente no cuenten con la cercanía al cliente ni con la agilidad necesarias)?
Prepara la iniciativa para el mundo real: El hábitat debe de servir como entrenamiento para el futuro, siguiendo con el símil de los ecosistemas naturales, si criamos a un animal en cautiverio sobreprotegiéndolo del mundo real cuando los llevemos al mundo real no serán capaces de sobrevivir. Por lo tanto, tenemos que tratar de definir un hábitat que simule y haga entender a la iniciativa las condiciones que encontrarán una vez sean trasplantadas de la maceta a la selva real.
Evalúa la viabilidad de las iniciativas de manera continua: En innovación no hay nada que podamos hacer que asegure el éxito en el resultado final. Como en el reino animal y en la propia evolución de las especies, los mecanismos de selección natural harán su labor a lo largo del desarrollo de la iniciativa. No todas las iniciativas deben de sobrevivir, por lo que también es importante saber parar el desarrollo a tiempo, sin malgastar recursos ni energía innecesarios. Eso sí, valorando los esfuerzos de los equipos y gestionando la comunicación del modo adecuado para evitar frustraciones.
Es responsabilidad de los líderes: Tal y como mencionaba al comienzo del artículo, es muy importante recordar que el hábitat es algo que debe de ser impulsado desde lo más alto de la organización. En muchas ocasiones se hacen esfuerzos principalmente desde el área de innovación, pero debería ser labor de todos los líderes contribuir en la creación de las condiciones que permitan a las iniciativas innovadoras desarrollarse adecuadamente. Las organizaciones que realmente van un paso más allá del teatro de la innovación y consiguen transformarse del mejor modo son aquellas en la que sus líderes no solo exigen a sus equipos el rigor necesario para desarrollar los proyectos innovadores, sino que también crean los mecanismos para generar el hábitat específico que cada una de las iniciativas innovadoras necesita.
No es un espacio físico: El hábitat es mucho más que la habitación o el lugar en el que se lleva a cabo una iniciativa. No nos dejemos guiar solamente por el ejemplo de IBM que mencionamos antes, hoy en día hay maneras de crear el hábitat adecuado sin tener que mover a las personas de lugar (en la mayoría de los casos).
No es el mismo para todas las iniciativas: No existe un hábitat general que sirva para todas las iniciativas innovadoras, ya que cada una tiene necesidades particulares. Como cualquier ser vivo, cada iniciativa necesita su hábitat específico y no existe uno general que sirva para todas. Este es uno de los motivos por lo que, en ciertas ocasiones, los laboratorios de innovación no generan los resultados esperados, ya que muchos de ellos establecen un proceso estándar para acompañar las distintas iniciativas cuando realmente cada una requiere recorrer un camino específico.
Crear el hábitat para una iniciativa no es cuestión de entrar en los detalles internos del proyecto, sino entender sus necesidades particulares y centrarse en crearle el contexto externo – el camino a través de la jungla de la corporación – que necesita para desarrollarse adecuadamente. Desafortunadamente, esto no es algo que se haga a conciencia, ni de un modo sistematizado de manera habitual, aunque espero que mis próximos post ayuden a que esto suceda.
¡Es hora de terminar con el teatro de la innovación!
Y las organizaciones que estén preparadas para crear el hábitat que necesitan sus iniciativas innovadoras serán aquellas que consigan transformar la innovación en impacto real.
Francisco Palao
Fundador de Purpose Alliance y autor del libro Impacto Positivo
¡SUSCRÍBETE A LA NEWSLETTER!
el próximo post?
Conferencias, retos, herramientas, novedades, tutoriales… ¡y mucho más!